lunes, 5 de marzo de 2012

La soledad del otro lado


Por increíble que parezca hoy he tenido la oportunidad de experimentar una sensación nueva que nunca había tenido la oportunidad de sentir en ninguna de las ocasiones que había venido con anterioridad a Tánger, ciertamente porque la había probado desde otro lado, desde ese que hoy han pasado algunos de los que estuvieron aquí la semana pasada o que el lunes pasado pudieron experimentar aquellos que habían estado aquí, esos calabazones que volvieron a venir a disfrutar de la experiencia.
El silencio de las habitaciones, ausente de risas, las hace lugares sin calor.

Esa sensación del día después de una experiencia tan intensa como es la de venir y conocer la realidad de un mundo totalmente diferente, de ver en primera persona la realidad de personas, algunas incluso de la misma edad que los participantes en las experiencias, que por circunstancias de sus vidas están en una situación diametralmente opuesta a esos voluntarios adolescentes que han pasado por esta casa en los últimos quince días.

Recuerdo mis sensaciones de recién levantado en mi casa una y otra vez el día después de llegar de esas semanas que he tenido la suerte de haber vivido en esta casa, recuerdo la sensación de extrañeza, de vacío, en el sentido de volver a la rutina después de una semana en la que siempre me sentía tan a gusto, tan feliz, tan pleno. No pasaba ni una sola vez en la que no llegara a mi casa y tal y como amanecía al día siguiente no me pusiera a mirar calendarios y fechas para volver cuanto antes a ese lugar, a esa ciudad inspiradora de todas esas sensaciones que han ido haciendo que el sendero de mi vida me haya traído una vez más hasta aquí, pero esta vez por algún tiempo más.
El comedor vuelve a ser ese espacio frío, sin la vida y las risas de estas últimas semanas.

No estoy en las casas de la gente que ha vuelto de esas experiencias de una semana, pero por mi experiencia personal, por la cantidad de veces que he vuelto de esas semanas de oasis en medio del desierto de la rutina diaria, estoy convencido de que a más de uno ya le habrán tenido que decir que deje ya de hablar de Tánger que los tiene aburridos de estar todo el tiempo contando lo que ha hecho, con quién y las anécdotas que han ido salpicando esa semana que ha pasado lejos de su casa, igual para alguno por primera vez en su vida.

Yo a modo de consejo les diría a todos esos que han vuelto tan fascinados por lo visto y vivido que no se olviden que ahora es cuando empieza lo realmente importante, han sido unos afortunados por vivir la experiencia y ahora tienen la responsabilidad de saber transmitir y hacer llegar a sus lugares de origen lo que han experimentado, además tienen la tarea de adaptar esa realidad que han visto durante una semana lejos de su ambiente a su día a día, de buscarse la manera de seguir viviendo esa vida de servicio a los demás, que han podido observar en todos y cada uno de los proyectos que han visitado, en sus casas, con sus amigos, en sus colegios y trabajos, porque como dice la frase que acompaña al título de este blog “Allá donde vayas siempre habrá un Tánger que necesite de tí”.

Por lo que a mí respecta hoy he comprobado en carne propia lo que supone el día después desde la otra cara de la moneda, desde el punto de vista del que se queda y ve cómo la gente parte de vuelta. Ciertamente como suponía la vida ha seguido igual, han vuelto a venir los niños, ha vuelto a salir el sol y todas esas cosas, aunque la manera de afrontar el día también ha sido muy complicada.

Esta mañana al despertar hacía cálculos mentales de cuánto falta para que venga el próximo grupo grande de voluntarios, pues aunque ellos no sean conscientes una de las mejores cosas que hacen es traer aire fresco, alegría y compañía a esta casa que después de unas semanas intensas de visitas de grupos, hoy ha amanecido fría y silenciosa, tanto que se me hacía un nudo en el estómago cuando entraba en el comedor esta mañana esperando encontrar como por arte de magia a alguna de esas personas que estas dos últimas semanas han sido mis compañeros de casa, de vida, de trabajo, de felicidad.
Quedará el recuerdo de unas palabras que permanecerán aquí para siempre.

Con el recuerdo de todos esos nombres que ya quedarán para siempre en la hoja del libro de visitas de mi experiencia y, aunque suene a cursi, de mi corazón, pues como dice la frase de Pedro Casaldáliga: “Al final del camino me preguntarán: ¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres", pues yo ya tengo unos cuantos nombres más grabados para siempre en él, me despido con la esperanza de que pronto volvamos a reencontrarnos en el camino.

Un fuerte abrazo y ¡¡SED FELICES!!

2 comentarios:

  1. un gustazo escribir en el libro de visitas de vuestra vida...
    Un abrazo muy grande y gracias por acogernos en vuestro día a día.

    Pachi,
    la chica con suerte que ha sido testigo de grandes pequeños milagros

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    1. La suerte ha sido nuestra por poder disfrutar durante estos últimos días de vuestra compañía, para nosotros ha sido un verdadero placer poder acogeros y estar a vuestra entera disposición para lo que hayais necesitado.

      El milagro es seguir encontrando gente a lo largo del camino que va dejando su huella en ese libro de visitas.

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