jueves, 2 de febrero de 2012

Compartir II

Para los que hayáis visto la entrada de ayer, hoy me gustaría trasladaros y compartir con vosotros algunas de las sensaciones que el visionado del vídeo provocó en mí en su día, cuando por la recomendación de un amigo el vídeo llegó a mis manos, uno nunca sabe de dónde le van a venir las lecciones más importantes de su vida, ni siquiera se le puede pasar por la cabeza que unos niños puedan enseñarle cuál es la solución más sencilla a los problemas más graves.
Es más fácil encontrar la solución a los problemas cuando uno es niño.

Lo primero que se me ocurrió cuando vi el vídeo fue que qué sencillo sería todo si nunca perdiésemos la inocencia que tenemos cuando somos niños, si siempre actuáramos de la misma manera que lo haríamos si fuésemos unos púberes con la mirada limpia de prejuicios y sin más preocupaciones que solucionar de la manera más sencilla e inmediata posible los problemas que, como sucede en el vídeo, nos surgieran de manera inesperada. Si os fijáis bien los chavales que aparecen en las imágenes actúan de manera rápida, instintiva, sin necesidad de convocar una reunión en la cumbre ni de tener que firmar ningún documento ni ninguna de esas trabas que en el mundo de los adultos hacen que los problemas se dilaten en el tiempo mucho más tiempo del que en principio parece necesario, como dice el principio físico: “acción- reacción”.

Profundizando un poco más en lo que el vídeo nos enseña, me planteaba otra cuestión, quizá algo más material sí, y es que qué fácil resulta compartir cuando uno tiene suficiente, cuando uno entiende que con lo que hay pueden satisfacerse las dos necesidades, qué ocurriría si en vez de un bocadillo entero hubieran puesto medio, ¿tendrían la misma reacción? A veces caemos en el error de pensar que uno sólo debe compartir cuando tiene suficiente para cubrir sus necesidades, y comparte de lo que le sobra, yo valoro mucho eso la verdad, sin embargo considero que tiene más mérito compartir de lo que uno necesita, permitidme acudir al Evangelio de Lucas, concretamente al pasaje de la limosna de la viuda pobre, para poner de manera un poco más gráfica la idea que me gustaría trasladar, y es que cuando uno se quita de lo que necesita para sí mismo para compartirlo con quien más lo necesita el mérito me parece que es mucho mayor, no porque sea mayor la cantidad compartida si no porque es mayor el esfuerzo que supone el hecho de compartir lo necesario y no de lo que me sobra.
Compartir de lo que uno necesita siempre supone un esfuerzo mayor, por tanto tiene más mérito.

Por último, otra de las cosas que me llaman la atención del vídeo, un poco también relacionado con lo que os acabo de comentar, es la facilidad que se tiene de compartir en lo poco, es decir lo poco que cuesta compartir cuando uno tiene poco para ofrecer. Voy a intentar trasladar esta idea a la realidad que veo a diario y que uno puede palpar por las calles y a ver si de esa manera os logro hacer llegar la idea que saqué del vídeo. Aquí en Tánger, concretamente con la gente con la que comparto el día a día, fundamentalmente los niños, recibí una lección hace unos años, concretamente en el mes de julio de 2003, de lo que significa compartir, de lo que es entregar todo lo que tienes para disfrutarlo en compañía de quien estando en una situación similar a la tuya no tiene la suerte de acceder a las mismas cosas. Un niño del centro, que dejó el Hogar un par de años después, llevaba un día que fuimos a la playa un paquete de galletas para comérselo cuando estuviera allí, llegado el momento de disfrutar de su merienda el chaval abrió su paquete de galletas y pasó ofreciendo a todos y cada uno de los niños con los que había ido ese día a la playa, unos veinte o así, y que no habían llevado nada, o que si lo habían llevado no lo habían ofrecido como hacía él en aquel momento. Cuando terminó de ofrecer a todos los niños y a los mayores también, a mí también me ofreció, quedaba en el paquete sólo una galleta, la que él se comió, y creedme aquellas galletas debían saber a gloria porque la cara de satisfacción que se le quedó al niño después de comérsela no he vuelto a vérsela a nadie desde entonces, yo no las probé pero siempre recordaré el gusto dulce de la lección que aquel día recibí de aquel niño, de Mohamed.
Han pasado muchos años pero jamás olvidaré la lección que me dio aquel día.

Así es, así de manera sencilla se encuentran las soluciones a los problemas cuando uno es niño, es una lástima que luego nos hagamos mayores y se pierdan todos esos valores que nos son inherentes en la infancia, que con el paso del tiempo no veamos en nuestros vecinos a unos hermanos a los que ayudar en caso de necesidad, en dejar que se nos endurezca el corazón y actuemos de manera indiferente ante situaciones totalmente injustas y que, de una u otra manera, se podrían solucionar con nuestra intercesión.

Un fuerte abrazo para todos y ¡¡SED FELICES!!

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. No te puedes imaginar cuánto deberíamos aprender de los más pequeños, en muchas ocasiones cometemos el error de pensar que los más pequeños no tienen nada que enseñarnos y es precisamente todo lo contrario. Un abrazo fuerte.

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